Además de la cirugía de mamas, la liposucción, es uno de los procedimientos quirúrgicos más demandados en las consultas de cirugía estética.
Aunque existen distintas denominaciones para esta técnica (liposucción, lipoaspiración o lipoescultura), se trata del mismo procedimiento, que consiste en la extracción de tejido graso a través de una cánula conectada a un sistema de aspiración que se introduce en un pequeño orificio practicado en la piel.
Una de las principales preocupaciones de las personas que se someten a una liposucción es la de si al cabo de cierto tiempo los acúmulos de grasa volverán a depositarse en las zonas tratadas.
Ésta es una de las falsas creencias que circulan alrededor de esta técnica; si se cuida la dieta y se evita el aumento de peso, dichos acúmulos no se reproducen aunque si la persona no se controla, pueden aparecer otros.
No hay que olvidar que la liposucción no es un sustituto de la reducción de peso, sino un método que ayuda a eliminar depósitos localizados de tejido graso que no responden a la dieta o el ejercicio. Tampoco elimina la celulitis, aunque pueda ayudar a combatirla y mejorarla.
No se trata de un tratamiento estético sin más, sino de una intervención que debe realizarse en el quirófano y por un médico especialista para evitar las posibles complicaciones. Los buenos resultados se hacen esperar un poco ya que tras la aspiración se produce una inflamación que hay que combatir con compresión (fajas y medias), masaje de drenaje linfático y ejercicio. Transcurridas algunas semanas (entre 8 y 12), los esperados efectos empiezan a notarse, aunque los resultados son diferentes en función de las características propias de cada paciente: edad, tipo de piel y flacidez de la misma o vascularización, entre otros factores.